lunes, 7 de abril de 2014

Mañana de Jueves Santo: el camino de la memoria

“Hoy la memoria escoge
el camino más corto para herirme”

(Rafael Montesinos)

En estos versos del poeta sevillano se encuentra una de las verdades profundas que encierra la Semana Santa. O la Semana Santa real. Aquella que va más allá de aspectos secundarios y accesorios modernos. Aquella que busca la esencia de la fiesta, atravesando el camino de la memoria hasta alcanzar el Mundo de los Recuerdos. Porque, ¿qué sería de la Semana Santa sin la visita de los recuerdos?

Todos, cuando vivimos determinados momentos de esa Vida que, en palabras de Caro Romero, dura una semana recordamos siempre instantes pasados y ya efímeros, pues el avance del reloj del tiempo así ha dictado Sentencia. Recordamos cómo pedíamos caramelos en las calles, cómo nos inquietábamos cuando alguien decía “!Ya se ve la Virgen!”, cómo pasábamos las hojas del programa de mano impacientes ante el discurrir de nazarenos de negro.


La ciudad regala en Semana Santa a un servidor nostalgias que no serían fáciles de resumir. Todo el que me conoce sabe que tengo el honor de ser hermano de la Macarena, una devoción que me llegó de la mano de mi tío, Diego Ríos Campos, “El Chiqui”. Decir Macarena es decir Esperanza, Amor, Madre. Y es decir Recuerdos de ese querido familiar que tanta devoción tenía a la Señora de San Gil, la que mora junto al Arco…

Pero también está el pueblo. Y allí junto a otro Arco, la mañana del Jueves Santo amanece, como en la sevillana calle Bécquer, perfumada de claveles, gladiolos o rosas la Madre de Dios. De Esperanza a Dolores. La otra gran devoción del tío que inculcó a su sobrino los mismos sentimientos.

Y es ahí donde ataca la memoria. Sin anestesia alguna que pueda remediar la melancolía. Ver a la Virgen de los Dolores en su paso, preparada para repartir sus bendiciones por Umbrete. Saber que en Sevilla me espera también María bajo palio para enarbolar otra Madrugá la bandera de la Esperanza. Tener conciencia de que sus devociones (y mis devociones) aguardan expectantes en esa mañana de Jueves Santo. Y pensar entonces, mientras las lágrimas surcan mi rostro, cuan ciertos eran los versos del poeta. Porque la memoria ha escogido el camino más corto para herirme. Porque me ha traído querido tito el recuerdo de tus lecciones sobre la devoción a la Madre de Dios, en las advocaciones de Dolores y Esperanza. Y porque no pude decírtelo en vida, aprovecho ahora este espacio para decírtelo: GRACIAS. Gracias por inculcarme semejantes devociones. No lo olvidaré y siempre te recordaré. Aunque no sé si recordarte en el sol de la Resolana, en el suspiro de la mañana o en el azul cielo de la tarde. Pero te recordaré. Pues con Esperanza y Dolores, Dolores y Esperanza, por dos caminos la memoria, para recordarte me alcanza.

Juan Pedro Ríos Madrigal.
Abril 2014.
Tiempo de Cuaresma